SAN FRANCISCO SOLANO
* Guión biográfico sobre el santo montillano San Francisco Solano [1549-1610], realizado por Carlos García Navarro.INTRODUCCIÓN.
San Francisco Solano, hombre y santo. Fue, sin duda, un hombre excepcional en su calidad de sacerdote y misionero franciscano en América, donde desarrolló la mayor parte de su vida apostólica.
NACIMIENTO Y ORIGEN. INFANCIA.
Francisco Solano nació en Montilla en Marzo de 1549. No se conoce con
exactitud la fecha de su nacimiento, pero sí se sabe a ciencia cierta
que fue bautizado el día 10 de Marzo de 1549 en la Parroquia de Santiago,
donde aún se conserva –aunque agrietada- la antigua pila bautismal
del Santo.
Francisco fue el tercer hijo de Mateo Sánchez Solano y Ana Jiménez,
llamada “la Hidalga”. Sus dos hermanos se llamaban Diego e Inés.
Creció Francisco en un hogar noble y cristiano donde se apreciaba más
la hidalguía del espíritu que la de la sangre.
A los cuatro años de edad ingresó en el Colegio de los Jesuitas,
donde destacó por su aplicación y buena conducta.
Francisco era un muchacho de natural despierto, fácil memoria y no poca
inteligencia. Visitaba con frecuencia la Iglesia de San José, y cuentan
que desde su infancia daba limosna y enseñaba a los muchachos pobres
del barrio.
Montilla era un lugar eminentemente religioso. Seguramente, Solano conoció
a San Juan de Ávila, que murió cuando Francisco tenía veinte
años. En aquella época, había en Montilla docena y media
de iglesias, así como cinco conventos y numerosas cofradías.
Un domingo que lo dejaron encargado de vigilar los sembrados, encerró
a unos pájaros en una cuadra usando como puerta la rueda de un carro.
Así pudo ir a misa sin cuidado de que las aves provocaran daño
alguno.
Desde niño tuvo el don de pacificar a personas iracundas. Durante una
excursión al río Aguilar, tuvo que interponerse entre dos amigos
que se estaban peleando, recibiendo una fuerte bofetada que le causó
una gran hinchazón en un carrillo.
Francisco prosiguió sus estudios en Córdoba, en el Colegio de
los Jesuitas, algo que era frecuente en aquella época. Era muy contemplativo
y dado a la oración, y no gustaba de ir a fiestas ni a tascas. Solía
prestar dinero a los amigos que lo necesitaban. Probablemente, cursó
estudios de Medicina. No hay que olvidar que su abuelo era médico y que
Córdoba tenía gran tradición de escuelas de Medicina desde
el tiempo de los árabes.
VOCACIÓN FRANCISCANA. NOVICIADO.
Sin embargo, a Francisco no le terminó de gustar la ciencia médica,
y decidió ingresar como novicio franciscano en el montillano convento
de San Lorenzo, situado en la Huerta del Adalid. Era un lugar de enorme belleza
natural, con abundantes árboles, plantas y flores, jazmines, un estanque
con peces, caza menor y pájaros. En medio de este paraíso natural,
había varias ermitas esparcidas que invitaban a la oración y la
contemplación.
En el convento, la disciplina era muy estricta y conforme a la regla primitiva.
Los novicios franciscanos pasaban la mayor parte del tiempo dedicados al silencio
y la meditación. Hablaban muy poco, siempre de dos en dos, en voz baja
y no por mucho tiempo. En cuanto a la meditación, había tres turnos
diarios de media hora de duración cada uno.
Francisco era muy virtuoso, paciente y humilde. Dormía siempre en el
suelo, sobre una cobija o un cañizo de palos. Usaba un cilicio durante
todo el año. Andaba descalzo a no ser que estuviera enfermo y sólo
comía legumbres y fruta. Se excedía a menudo en la práctica
de mortificaciones y penitencias, con el resultado durante toda su vida de una
salud débil y quebrantada.
El día 25 de Abril de 1570 hizo profesión religiosa para ser fraile
de coro. Tenía entonces veintiún años.
ESTANCIA EN LORETO (1572-1579). ORDENACIÓN SACERDOTAL.
Poco tiempo después fue destinado al convento sevillano de Nuestra Señora
de Loreto, situado a trece kilómetros de la capital hispalense, en el
Aljarafe, donde cursó estudios de Filosofía y Teología.
En Loreto, la observancia regular era también muy estricta. Los maestros
que más influyeron en el joven Francisco fueron dos: el teólogo
y humanista fray Luis de Carvajal y el músico y científico padre
Juan Bermudo. Durante su largo período de formación, Solano no
sólo se instruyó en la teología de San Buenaventura, sino
que tuvo ocasión de desarrollar sus dotes innatas para la música
y el canto.
En 1576 fue ordenado sacerdote. Asistió su padre, pero no así
su madre, que se encontraba enferma y casi ciega. Lo nombraron vicario de coro,
es decir, encargado de dirigir el rezo y los cantos del oficio divino. Amante
de la austeridad y la pobreza, solano se hizo una pequeña celda en las
inmediaciones del coro, en un diminuto rincón en el que apenas cabía.
La celda estaba hecha de cañas y barro cocido, con un pequeño
agujero que servía de ventana para poder rezar y estudiar.
Una vez terminados los estudios de teología, fue nombrado predicador,
labor que desarrolló en pueblos cercanos del Aljarafe como Umbrete, Villanueva
y Espartinas, y que resultaría determinante en su futuro como misionero.
La tarea de predicar no era fácil, y requería estudio continuo
y dedicación permanente. Posteriormente, fue nombrado también
confesor.
Hay que decir que la primera intención del santo era la de ser mártir.
Solicitó sin éxito ser destinado a Berbería para morir
en el intento de evangelizar a los africanos. En vista de la negativa de sus
superiores, Solano se fijó otra meta: América, pero tuvo que esperar
algún tiempo antes de poder ver realizado su deseo de convertirse en
misionero.
REGRESO A MONTILLA.
La muerte de su padre le hizo volver temporalmente a Montilla para visitar a
su madre. Sin embargo, su estancia se prolongó más de lo previsto
debido a una epidemia mortal que afectó incluso a varios frailes del
convento franciscano.
En Montilla realizó varias curaciones inexplicables que dieron comienzo
a su fama como milagrero. Un día iba pidiendo limosna por las calles
cuando una mujer le pidió que leyera el evangelio a un niño de
seis meses que llevaba en brazos. Solano vio que el niño tenía
numerosas llagas e hinchado el rostro. Cuentan que lamió el rostro y
las llagas con su boca y lengua, y que a la mañana siguiente el niño
amaneció mejor y se curó.
También curó a un pobre hombre que tenía llagas en las
piernas y apenas podía andar ayudado por unas muletas. Dicen que le besó
las llagas y curó de inmediato.
ARRUZAFA (1581-1583). SAN FRANCISCO DEL MONTE. LA ZUBIA (1587).
En 1581, Francisco Solano fue destinado como vicario y maestro de novicios al
convento cordobés de la Arruzafa, que en árabe quiere decir “jardín
real”. Comía hierbas cocidas. Solía visitar a los enfermos
incluso desatendiendo algunas horas de oración, y recomendaba a los más
jóvenes que tuvieran paciencia en los trabajos y adversidades.
En 1583, fue trasladado a San Francisco del Monte, en Sierra Morena, a 30 kilómetros
al noreste de Córdoba. Era un paraje de gran hermosura. Allí comía
sopas de pan con agua, vinagre y un casco de cebolla. Predicaba con frecuencia
en pueblos como Adamuz, El Carpio y Villafranca, adonde iba siempre a pie.
Una de las cosas que Solano intentó imitar de San Francisco de Asís
era su relación especial con los animales. Pues bien, cuentan que había
una serpiente de gran tamaño que atacaba a ganados y pastores y hacía
estragos en toda la región, y a la cual Solano reprendió y ordenó
ir al convento, donde fue convenientemente alimentada. Dicen que después
de comer la serpiente se marchó y no volvió a causar daño
en la comarca.
Hubo entonces una terrible epidemia de peste en Andalucía que afectó
con especial virulencia a la ciudad de Montoro. Durante un mes, y en compañía
de fray Buenaventura Núñez, fue a cuidar a los enfermos, que eran
llevados fuera del pueblo a la Ermita de San Sebastián. Ambos frailes
prestaban servicio a los afectados y les hacían las camas, los sacramentaban
y ayudaban a morir, y después los enterraban. Los dos se contagiaron
de la enfermedad pero Solano logró curarse. En Montoro, el nombre de
una calle recuerda la labor humanitaria llevada a cabo por el Santo.
En San Francisco del Monte, resucitó a un niño al que ya iban
a enterrar.
En 1587 fue destinado a La Zubia, cerca de Granada. Pasó por Montilla,
y fue a un cortijo de un amigo suyo que estaba enfermo. Dicen que lo curó
imponiéndole las manos y haciendo la señal de la cruz sobre la
parte afectada.
De su estancia en Granada cabe señalar que iba a predicar a las cárceles
y que visitaba a los enfermos del Hospital de San Juan de Dios.
Fue allí donde tuvo noticia de que Felipe II había autorizado
a fray Baltasar Navarro, Comisario de la orden franciscana, para llevarse a
12 frailes al nuevo mundo, a las regiones del Tucumán y Paraguay.
LA GRAN AVENTURA AMERICANA. EL VIAJE HASTA PANAMÁ.
En aquellos tiempos, irse a América era irse para siempre. Las expediciones
tardaban en organizarse, y así Solano tuvo que esperar algún tiempo
en Sevilla antes de partir hacia el Nuevo Mundo. En Sevilla estaba la Casa de
Contratación, que por aquel entonces centralizaba todo el comercio con
la América española.
En febrero de 1589, la expedición en la que partió Solano zarpó
de Sanlúcar de Barrameda e hizo escala en Cádiz, de donde salió
el 13 de marzo. La “Flota de Tierra Firme” –llamada así
en alusión al continente americano- se componía de un total de
36 naos, a bordo de las cuales iban unos 300 soldados y 70 misioneros entre
franciscanos, dominicos, agustinos, mercedarios y jesuitas. La nave en la que
viajó Solano era la “Santa Catalina”.
También hicieron escala posteriormente en Canarias, donde hicieron provisión
de agua y otras cosas necesarias para el largo viaje. Por aquel entonces, la
travesía del Atlántico se hacía bastante dura debido a
la escasez de agua potable y alimentos, el escorbuto, la acumulación
de personas y las plagas de parásitos, en especial piojos, que obligaban
a los expedicionarios a cambiarse de ropa varias veces al día.
La primera escala en tierras americanas tuvo lugar en la isla Dominica, y el
siguiente destino fue Cartagena de Indias, adonde llegaron el día 7 de
mayo. Desde allí partieron el 16 de junio hacia el punto final del viaje
por el Atlántico: el puerto panameño llamado Nombre de Dios. Para
poder continuar el viaje hasta el Perú, debieron emprender la travesía
a pie del istmo de Panamá, de aproximadamente unos 100 kilómetros.
En la ciudad de Panamá, Solano permaneció durante 3 ó 4
meses en el convento de los franciscanos antes de salir hacia el Perú
el día 28 de octubre.
EL NAUFRAGIO. EL VIAJE HASTA PERÚ.
Durante el viaje de Panamá al Perú a través del Océano
Pacífico les sorprendió una terrible tormenta que hizo que el
barco naufragara a la altura de la isla Gorgona, cerca de la actual frontera
entre Colombia y Ecuador. En medio del pánico general, Solano subió
a cubierta con un crucifijo en la mano y se puso a confesar a los blancos y
a bautizar a los negros. El barco finalmente encalló y tuvieron que utilizar
el bote de salvamento. Francisco fue el último en subir al bote, sin
el hábito y teniendo que nadar un buen trecho. Las olas se encargaron
de hacer llegar a la isla el cordón y el hábito del Santo.
En la isla Gorgona, pasaron muchas penalidades, y la salud de Solano se resintió
notablemente. Llovía casi permanentemente, y había muchas tormentas.
El peor enemigo era el hambre, y temían que nadie fuera a salvarlos.
Se alimentaban de cangrejos leonados, peces y culebras grandes. Algunos de los
frutos y hierbas eran venenosos y causaron la muerte de más de un náufrago.
Cuentan que los cangrejos acudían a la choza del Santo, y nadie sabía
cómo lo hacía. Del naufragio consiguieron rescatar un cuadro de
la Virgen e hicieron una pequeña capilla. Solano predicó en Navidad
prometiendo que pronto llegaría el ansiado socorro, como así fue.
Finalmente llegó un segundo barco de salvamento que los condujo hasta
el puerto peruano de Payta, desde donde emprendieron a pie el viaje hasta el
Tucumán, bordeando primero el Océano Pacífico hasta la
ciudad de Santa y adentrándose después en el interior del continente
sudamericano.
LA RUTA POR TIERRA HASTA EL TUCUMÁN.
En santa, solano se detuvo a descansar durante un tiempo, pues su salud estaba
muy quebrantada.
En aquel tiempo, se llamaba Perú a todo el territorio español
de América del Sur. También se considera que los verdaderos conquistadores
de América fueron los misioneros. La doble acción de colonización
y evangelización tuvo lugar desde la costa del Pacífico hacia
el interior, es decir, de oeste a este, y no al revés. Así pues,
la ruta natural era lo que actualmente sería Perú-Bolivia-Argentina,
teniendo que cruzar la cordillera de los Andes. Los caminos eran tortuosos y
estrechos, y en altitud existía el problema del “soroche”
o enrarecimiento del aire.
Desde Santa, Francisco fue a pie y descalzo hasta Jauja, a unos 300 kilómetros
al este de Lima. Allí permaneció durante un tiempo para descansar
y para aclimatarse. Después prosiguió su camino, pasando por Ayacucho,
Cuzco, Copacabana (a orillas del lago Titicaca), La Paz, Potosí (célebre
por su abundancia de plata), Humahuaca, Jujuy, Salta, San Miguel de Tucumán
y Esteco.
El Tucumán es una región situada en el norte de Argentina, tierra
muy fértil y de extensos campos y llanuras denominada el “Edén
de América”. Su superficie es aproximadamente el doble de la de
España, y está a una distancia de unos 8.000 kilómetros.
Cuando llegó Solano, ya existía la misión franciscana llamada
“la Custodia de San Jorge del Tucumán”, fundada en 1565.
CUSTODIA DEL TUCUMÁN.
En 1589, Francisco Solano fue nombrado custodio de San Jorge de Tucumán,
encargado de visitar las misiones de la región. Las distancias entre
convento y convento eran enormes, y además estaba la gran dificultad
del idioma. En el Tucumán había más de 20 lenguas, muy
diferentes entre sí. Solano aprendió pronto y muy bien, de suerte
que los indios lo consideraban un hechicero por su perfecto dominio de los distintos
dialectos. Dicen que aprendió a hablar el toconoté en 15 días.
Se puso en contacto con los naturales de la región, a los que catequizaba
e impartía los sacramentos. Tan pronto predicaba como hacía de
enfermero, ayudaba en el campo o hacía de albañil. En la mayoría
de los lugares donde estuvo cuentan de él hechos portentosos, como sacar
con su bastón agua de donde no la había, amansar a un toro bravo
que terminó por arrodillarse y lamerle las manos, echar de un trigal
a una plaga de langostas, cruzar sobre su manto el caudaloso río Hondo,
ensanchar una viga que no era lo suficientemente larga, resucitar a un niño
indio, tener la ropa seca después de un fuerte aguacero o predicar al
mismo tiempo a indios de distintas tribus usando un lenguaje que todos entendían.
En La Rioja del Tucumán salvó a la ciudad convirtiendo a 9.000
indios de guerra, y cuentan que entronizó al Niño Dios como Alcalde,
originando así la fiesta llamada "Tinkunaco", una de las más
importantes del Tucumán, que se celebra el 31 de diciembre al mediodía,
bajo el sol riojano, con la asistencia de numerosas autoridades e incontables
fieles.
De vez en cuando, Solano ponía en práctica sus cualidades musicales.
Cantaba y bailaba ayudado de un pequeño rabel de dos cuerdas que tocaba
con un arco. Algunos han querido ver que se trataba de un violín, pero
esto no parece probable, pues el violín era un instrumento muy caro,
un lujo que no concuerda con la extrema pobreza de Solano.
Hay quienes opinan que su apostolado fue poco eficaz, pero lo cierto es que
su obra en el Tucumán fue gigantesca, no sólo por las grandes
distancias que tenía que recorrer sino por la cantidad de indios que
bautizó, estimada en cientos de miles. Es cierto que la primera preocupación
de los franciscanos era la de bautizar a los indígenas, pero lo hacían
individualmente conforme al aprovechamiento de la doctrina que cada uno mostraba.
Prestaban especial atención a los niños, para los que había
escuelas en todos los conventos.
Cuando Francisco Solano se fue del Tucumán, todos quedaron muy desconsolados
y sintieron mucho su ausencia, pues hallaban en él gran consuelo y acudían
a él en todas sus necesidades. Le querían como a un padre y lo
veneraban como a un santo.
EL VIAJE DE VUELTA. GUARDIÁN EN LIMA.
El viaje de vuelta a Lima fue lento, constante y agotador, pues lo hizo de nuevo
a pie, enfermo y en lamentables condiciones físicas. El itinerario fue
prácticamente el inverso al de su llegada a Tucumán. Pasó
por Sucre y Potosí, La Paz, Copacabana, Cuzco, Ayacucho y finalmente
Lima.
En 1595, Lima era la ciudad más floreciente de América del Sur,
capital del virreynato del Perú, que alcanzaba desde Panamá hasta
el Estrecho de Magallanes. También era sede del Arzobispado y de la Audiencia
Real. Tenía muchos colegios, conventos y hospitales, así como
la Universidad de San Marcos.
A finales del siglo XVI, coincidieron en Lima al mismo tiempo que Solano algunos
hombres santos como San Martín de Porres, Santa Rosa de Lima o el arzobispo
de Lima Santo Toribio de Mogrovejo.
Lima era un gran mosaico de razas y categorías sociales. Predominaban
los andaluces, pero también había portugueses y sefardíes,
negros de Angola, indios de diversas tribus y mestizos. La abundancia de dinero
hizo crecer como la espuma los negocios mercantiles. Las mujeres rivalizaban
en lujos y despilfarros, e incluso las esclavas vestían de seda y con
joyas. Empezaron a proliferar los lugares de diversión y fiestas tales
como tabernas, garitos, mancebías y corrales de comedias.
Francisco fue nombrado Guardián del Convento de la Recolección.
Como siempre, se resistió todo lo que pudo antes de aceptar cualquier
cargo de responsabilidad, exagerando de manera deliberada su propia incapacidad
para gobernar, pero finalmente tuvo que acatar la autoridad de sus superiores.
Su obsesión por la pobreza era tal que no quería que se blanqueara
o enladrillara la casa, ni que se pulieran las puertas y ventanas. En su celda,
tan sólo tenía un camastro, una colcha, una cruz, una silla y
mesa, un candil y la Biblia junto con algunos otros libros. Era el primero en
todo, y jamás ordenó una cosa que no hiciera él antes.
Sus consejos eran prudentes, y cuando tenía que reprender a alguno de
los demás frailes, lo hacía con gran celo y caridad. Sus excesivas
penitencias y su espíritu de oración no le impedían ser
alegre con los demás. Solano era también el santo de la alegría.
SECRETARIO PROVINCIAL. GUARDIÁN EN TRUJILLO (1602-1604).
En 1601, fue elegido Secretario y acompañante del superior provincial,
cargo en el que duró menos de un año. En uno de los viajes casi
se muere por el camino, y en vista de su delicado estado de salud, se le asignó
un nuevo destino: la ciudad de Trujillo, fundada por Francisco Pizarro apenas
medio siglo antes de la llegada de Solano al Perú.
En Trujillo buscaba Solano un poco de paz y tranquilidad, y sobre todo apartarse
de la gran fama que tenía en Lima. Se dedicaba a visitar a los enfermos,
en especial a una anciana leprosa a la que a menudo llevaba regalos. En casa
de otra enferma, había un árbol junto a la ventana en el que un
pajarillo cantaba deliciosamente solamente cuando iba Solano. Predicaba en el
hospital de la ciudad y también visitaba a los presos, para hablar con
ellos, confesarlos y ayudarlos a bien morir.
Para rezar, se refugiaba en la huerta del convento, en la que había numerosos
pajarillos. Eran tantos que cuentan que Solano les daba de comer por turnos,
y que los que comían se apartaban para que pudieran comer los otros.
Su amor por la pobreza era tan grande que no consentía en cambiar de
zapatos, sino sólo en remendarlos, de manera que el zapatero tuvo que
engañarlo y se quedó con los antiguos zapatos como reliquia.
Al igual que Lima, Trujillo era una ciudad de gran riqueza y opulencia, sobrada
de apellidos ilustres pero también de lujos y extravagancias. Solano
tuvo una visión profética del terrible terremoto que sacudiría
a la ciudad 15 años después, en 1619. El Santo pronosticó
que se hundiría la iglesia pero que el púlpito quedaría
intacto y debajo de éste quedaría ilesa una anciana.
OTRA VEZ GUARDIÁN EN LIMA (1604). EL SERMÓN QUE CONVIRTIÓ A LIMA.
En 1604, Solano volvió a Lima, ciudad donde pasaría los últimos
años de su vida. A pesar de su precario estado de salud, continuaba haciendo
grandes penitencias y pasaba noches enteras en oración. Sus visitas a
la enfermería se hicieron cada vez más frecuentes.
Sin embargo, iba a menudo a visitar a los enfermos o salía a las calles
a predicar con su pequeño rabel y una cruz en las manos. Así conseguía
juntar a un gran número de personas y las congregaba en la plaza mayor,
donde se dirigía a la muchedumbre en alta voz. Su predicación
se fundamentaba en citas bíblicas y en la doctrina de los Padres de la
Iglesia.
Predicaba en todas partes: en los talleres artesanales, en los garitos, en las
calles, en los monasterios e incluso en los corrales de teatro. Especial significado
tuvo su oposición a ciertos espectáculos teatrales en los que
a su juicio se ofendía a Dios. En España se había producido
una corriente de opinión en contra de este género, y muchos artistas
se tuvieron que desplazar hacia el Nuevo Mundo, donde gozaban de mayor aceptación
popular. En Lima había tres compañías de comedias. Solano
entraba en los corrales con un Cristo en la mano y mucha gente le seguía
abandonando el lugar. Más de una vez consiguió que hubiera que
anular la representación, porque con él se iba todo el mundo.
El 21 de diciembre de 1604, Solano pronunció un sermón que conmovió
en gran manera a los habitantes de Lima. Ese día llovió copiosamente,
y muchos temían que se produjera una inundación. En tono apocalíptico,
el Santo dijo que si no se convertían habría que lamentar grandes
desastres como la destrucción de la ciudad. El efecto que tuvieron sus
palabras sobre la multitud fue tal que la gente iba de un lado para otro propagando
su terror ante lo que habían escuchado. Se armó un gran revuelo,
y por la noche se abrieron todas las iglesias y muchos se confesaron. Se sacaron
procesiones, y por la calle se podía ver a muchos disciplinantes. Durante
un mes, las confesiones fueron muy abundantes. También cuentan que hubo
grandes conversiones de pecadores, que se reconciliaron numerosas amistades
y que muchos solucionaron las disputas que mantenían entre sí.
ÚLTIMOS AÑOS DE SU VIDA.
En octubre de 1605, Solano pasó a la enfermería del convento.
Postrado y gravemente enfermo del estómago, apenas si podía salir
a predicar y a visitar a los enfermos. Procuraba asistir a la comida en el refectorio
junto con los demás frailes, pero comía muy poco, tan sólo
unas hierbas cocidas. Además, seguía excediéndose en sus
penitencias y no miraba por su delicada salud.
Cuando se levantaba, le gustaba dar paseos por el claustro del convento y rezar
ante los cuadros de la vida de San Francisco de Asís. En el aula de teología,
pasaba muchas horas ante un cuadro que había de San Buenaventura, a quien
tenía gran devoción.
En octubre de 1609, hubo un terremoto en la ciudad de Lima. La primera sacudida
fue de noche, pero después se produjeron hasta 14 nuevos temblores de
tierra. Cuentan que el agua se derramaba de las fuentes y que las campanas tocaban
solas. Las iglesias se llenaron de gente. Solano salió a predicar, aunque
apenas si podía tenerse en pie. Como de costumbre, daba grandes voces
invitando al arrepentimiento y la conversión.
Cuentan de los últimos años de su vida algunos hechos inexplicables
y otros impropios de su maltrecha salud, como la fuerza con que predicaba, raptos,
momentos de éxtasis en los que lo encontraban levantado del suelo, o
una vez que dio tres gigantescos saltos y sólo se detuvo cuando chocó
con otro fraile.
Durante su última enfermedad, le trataron cuatro médicos. Solano
era poco más que un esqueleto viviente. Tenía mucha fiebre y fortísimos
dolores de estómago. Finalmente murió el 14 de junio de 1610,
día de San Buenaventura. Dicen que ese día los pájaros
se despidieron de él cantando junto a la ventana de su celda desde por
la mañana temprano. Murió a las once y tres cuartos de la mañana.
Ese mismo día y a la misma hora se produjo un extraño toque de
campanas en el convento de Loreto.
POST-MORTEM.
Su cuerpo fue trasladado al oratorio de la enfermería, donde acudió
gran cantidad de gente a venerarlo. Allí mismo fue retratado por dos
pintores. A su entierro asistieron unas 5.000 personas.
Tan sólo 15 días después de su muerte, se abrió
su proceso de canonización, “una información sobre la vida
y costumbres de Solano, y sobre los milagros y maravillas que Dios obró
por sus manos.” Las gestiones comenzaron en Lima, donde hubo 500 testigos,
y después continuaron en otras ciudades del Perú, en el Tucumán
y en España. San Francisco Solano fue canonizado el 27 de diciembre de
1726.
ES PATRONO DE LOS TERREMOTOS, DE LA UNIÓN DE MISIONEROS FRANCISCANOS
Y DEL FOLKLORE ARGENTINO. TAMBIÉN ES PATRONO DE MONTILLA Y DE NUMEROSAS
CIUDADES AMERICANAS COMO LIMA, LA HABANA, PANAMÁ, CARTAGENA DE INDIAS,
LA PLATA, AYACUCHO Y SANTIAGO DE CHILE, ENTRE OTRAS.